sábado, 11 de julio de 2009

Dormir...

Una vuelta a la derecha, tres a la izquierda, una más a la derecha... Abriendo la caja fuerte, que hoy luce como mi cama, me decido a recordarme lo que no olvido. Con los ojos bien cerrados, y las sábanas sofocantes pero necesarias se intercalándose con las corrientes nulas de aire tibio y mis memorias, para ir y venir entre sueños y cosas de mi pasado y mis fantasías presentes.

Con ese sentimiento que a veces me pega en la comisura de los ojos, la sensación de extraviarse en el camino, el sentimiento de querer despertar del sueño antes de haberse dormido. Pero no se va, nada se va. El cuarto se queda igual de inmóvil entre sombras y mis miedos, los sonidos siguen siendo mudos y sin pechos, y yo con los ojos apretados aparentando que sí duermo.

Me surge la duda de cuándo empezó a fallar, cuando erré el camino y me quedé de brazos cruzados en este fastidio; en esta lluvia que no deja de en mi cabeza retumbar.

Y logro encontrar el balance: Un pie y la cabeza fuera, boca abajo y con el brazo izquierdo sobre el cuerpo de una almohada el resto del cuerpo altamente abrigado y cubierto por sábanas y cobertores. Dejó de pensar tanto en lo malo y sólo pienso en la sensación que no se va; que me pesa cada que pestañeo, que me aletarga y me dirige, con mi consentimiento, a un momento de retiro de mi mismo.

No se me va el hastío, y decido dormir para evitarlo; fallando de antemano, pues he pasado el día entero a medio dormir, a medio vivir, y de ahí el miedo nocturno. La pesadilla de no poder despertar y de seguir sumergido... de estar medio dormido, medio muerto, medio exagerando por dormir tan poco y fantasear todo el día con que esta es historia de otro libro o que yo estoy fuera de lugar.

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