lunes, 21 de junio de 2010

Sonrisa...

Como conejo que se pierde encandilado por los faros del auto que lo ha de matar; similar a cualquier persona verdaderamente agotada por el destino, que se enfrenta al último vendaval, no por que crea que el clima mejorara... sino por que está segura de que no aguantará uno más.

Con ese semblante, que apabulla cualquier otra cicatriz del día a día, que sólo se enmarca por la tormenta que carga en la espalda y el agua que escurre por toda su desmaquillada cara, atestiguando el diluvio que no acaba. Que no acabara pronto.

Sacude con ira su ser, esperando el desarmarse o al menos dejar un poco de si. Diluida en el agua gris, que ya es charco y rastro pasajero de un camino que no quiere repetir. Camina mientras se cambia de uniforme, mientras su careta es retocada para denotar una ligera esperanza, esboza una sonrisa fracasada al acercarse al espejo más cercano.

Sorpresa y susto, las dos de golpe: Una por darse cuenta que no hay boca en el rostro, la otra por realmente sentir por primera vez en el día. Recorre el suelo en busca de la pieza faltante; revuelve sus bolsillos, agita y sacude las ropas. Nada.

Sorprendentemente calmada se hinca y a gatas regresa por sus pasos. "No debe estar lejos... La usé hace poco" dice mientras tienta el camino, masajeando cada palmo de mármol que se muestra con huellas de actividad. Un par de monedas cerca de la entrada, una llave y hasta un perno de un reloj, pero no hay rastro... ni un labio, una comisura, una sonrisita.

Con la misma cara sólo que esta vez un tanto más verde, se pone en pie, camina al espejo, saca un labial rojo. Dibuja un par de barras paralelas horizontales debajo de la nariz mientras piensa: "seguro volví a olvidarla antes de salir de casa".

lunes, 7 de junio de 2010

Malacopa...

De todas esas cosas que debamos hablar, hay confianza de perderse en el andar, el horario se nos borra en la copa, que se pierde entre la gente cuando la mesera irrumpe, raptándola de su lugar natural.

¿Donde ha ido todo el vino, el trino de los pajarillos que te siguen? sin saber por que se saben tu nombre, hombre tan común y vulgar, sabiendo que no hace otra cosa que ocultar, lo poco que sabe y lo tanto que se espanta de cualquier sombra, escurre ignorancia y vómita en vez de hablar.

martes, 1 de junio de 2010

Caminando a casa...

Recopilando segundos en cada parpado, agotando las energías de la constancia y enfundado en el traje de la rutina. Momento de irse a casa; y caminas con hombros derrotados por los días que han de venir. Sintiendo, en el recoveco del corazón, que algo no agrada, que no llegaras tan lejos, que mañana no hay demasiado plan.

Con sólo recuerdos de como era el Sol y que sabe la comida casera, con los tonos pálidos de la piel y el dolor de espalda por la poca hergonomía de cualquier labor de ocho horas.