domingo, 25 de enero de 2009

Detente...

"Detente" pediste de indiscriminada manera, a medio beso, a media oración reclinada en el oido de la nada que recargaba su mirada sobre mi cama; a media fantasía de un sueño y una señal, entre mis almohadas y mis anhelos.

Pediste sin siquiera pensar, que tal vez lo haría, que tal vez cumpliría, que las manos se llevabarian a la boca para callar el grito y saciar el hambre de aire temeroso que se ponía denso entre las paredes de este cuarto y mi pecho comprimido.

Sabía a lo que me enfrentaba desde un comienzo, a mis ideas divagando en un quizas que no existía y rogando por que este momento no fuera a llegar. Tristeza recorría mis adentros, retacados de alcohol, vacíos y melancolía por el adiós que no difunde sorpresa, sólo esperaba su turno en la recta final.

Sabía que esto no bien acababa, sabía que esto en mi algo iba a matar, sabía tanto... y aún así soy sorprendido por lo esperado, por la consecuencia de lo que ya sabiamos, del destino que no favorece a los sueños sin rumbo, soprendido por un poco de mi enterrar.

jueves, 15 de enero de 2009

Gastando...

Gastando las fuerzas en evitar, la sonrisa que compromete la nada con el clima y cada centavo que malgasto del costo de la vida, se desprende en inútiles suspiros, por quien está cerca, por quien sabe a vino.

Y pierdo en largos alientos las ganas, de olvidar, de no pensar; pierdo en cada exhalación el rumbo y un poco el destino. Negando lo que siento, negando lo vivido, negando que me niego a olvidarme de los detalles que nos hacen diferentes.

Gastando la nuca por rascarla mientras pienso, en busca de respuestas que ya tengo a preguntas que le he dicho al techo, a medio dormir, a medio pensar, a medio recordarte. A remembrar tu piel y la calle, el sol y tus fotos, que no dudan en traerte a mi vista, siempre sonriente, siempre lo menos visible advierte lo imposible.

Quiero no detenerme, quiero dejarte en mi siempre. Quiero dejar de malgastar mi mente.

domingo, 4 de enero de 2009

No me conoces...

No me conoces, no dudas, no sabes que esperar. No pienses que fue un error, ni el alcohol, no fue otra cosa que una decisión que te incluía.

Y este no será otra línea de confesión. Aunque he de reconocer que no me importa aceptarte lo que todos ya saben; no me importará decirte, que soy más ligero, más dócil, más terco, por que me doy cuenta de que se me acaba el tiempo.

Tiempo de intentarlo, de que lo sepas, de que al menos en cuenta me tengas. Tiempo de respirar, de sostenerlo, retenerte... antes de despertar.

!Vámonos¡...

!Vámonos¡- Te dije. con toda la doble intención de la múltiple interpretación. Como se dice cuando se pregunta, se ordena, y se implora. Te pedía una huida, un escape, tal vez permamente del mundo, del tiempo, de tus cadenas y sus miradas.

Te pedí en gritos inaudibles, con discursos inentendibles, tu mano para correr de ella tomado, tu labio para hablarle despacio y tu tiempo para retenerte en mi espacio, tan lejos del cielo y tan cerca de mi mano.

No entendiste, o no supiste como actuarlo. Salimos como cualquier día en la monotonía, tú con tus ayeres acuestas, yo con mis mañanas lejanos.

sábado, 3 de enero de 2009

El regreso...

Con las manos temblorosas esperaba que se acabara la calle mientras caminaba al destino. Topar con pared era el peor de sus males. Remembrando las conversaciones consigo mismo se intentaba convencer del qué hacer, del qué decir; muy poco había para sólo dejarse llevar.

La licuadora que sostenía su cuello, sólo permitía caminar recto y bajo el frío del conocido camino al mismo lugar, donde no pasaba gran cosa pero pasaba todo.

Tal vez ese era el problema: la posibilidad de "algo", causaba conflicto cuando las variantes indican que 1 + 1 = 2. La necedad. La necedad de lo innecesario cargado a fuerza de corazón embrutecido por los imposibles. Platónica ecuación donde 1 + 1 continúa siendo 1.

Aún con nada claro, decidió decidir. Que la puerta se cerraba, y que el no entraba. Que el mundo se quemara, el continuaba sintiendo que por dentro llevaba tiempo ardiendo. Decidía a cada paso, por que la mezcla de ideas no le daba espacio para planes.

Decidió detenerse, dar media vuelta, dar doce pasos, recobrar las ganas, dar media vuelta e insistir a mayor velocidad contra la nada. Decidió envestir la monotonía, el escondrijo, el hablar entre silencios, decidió pelearse con el vació que ya ella llenaba.

Se sentó en las escaleras, a observar sus zapatos, a intentar dejar de balbucear frases de cariño para despedidas. Intentó pensar y sentir que le detenía.

Sostuvo fuerte el aire en los pulmones, y como si la zona apestara, corrió sin respirar, pensó en no darle tiempo de recobrar el aliento a su enemigo interno. Por que sabía que daría batalla, causaría remordimientos y quejas; andaría de un lado a otro buscando calma, corazón y fuerza. Buscaría sin respuesta lo que le quedaba para aferrarse de la cama. Despertaría una vez más, con la misma pesadez, con el mismo poco descanso, con el letargo fino que acompaña el retornar al trabajo.

Llegó con ligera sonrisa y se puso a trabajar en su lugar en la oficina.