sábado, 3 de enero de 2009

El regreso...

Con las manos temblorosas esperaba que se acabara la calle mientras caminaba al destino. Topar con pared era el peor de sus males. Remembrando las conversaciones consigo mismo se intentaba convencer del qué hacer, del qué decir; muy poco había para sólo dejarse llevar.

La licuadora que sostenía su cuello, sólo permitía caminar recto y bajo el frío del conocido camino al mismo lugar, donde no pasaba gran cosa pero pasaba todo.

Tal vez ese era el problema: la posibilidad de "algo", causaba conflicto cuando las variantes indican que 1 + 1 = 2. La necedad. La necedad de lo innecesario cargado a fuerza de corazón embrutecido por los imposibles. Platónica ecuación donde 1 + 1 continúa siendo 1.

Aún con nada claro, decidió decidir. Que la puerta se cerraba, y que el no entraba. Que el mundo se quemara, el continuaba sintiendo que por dentro llevaba tiempo ardiendo. Decidía a cada paso, por que la mezcla de ideas no le daba espacio para planes.

Decidió detenerse, dar media vuelta, dar doce pasos, recobrar las ganas, dar media vuelta e insistir a mayor velocidad contra la nada. Decidió envestir la monotonía, el escondrijo, el hablar entre silencios, decidió pelearse con el vació que ya ella llenaba.

Se sentó en las escaleras, a observar sus zapatos, a intentar dejar de balbucear frases de cariño para despedidas. Intentó pensar y sentir que le detenía.

Sostuvo fuerte el aire en los pulmones, y como si la zona apestara, corrió sin respirar, pensó en no darle tiempo de recobrar el aliento a su enemigo interno. Por que sabía que daría batalla, causaría remordimientos y quejas; andaría de un lado a otro buscando calma, corazón y fuerza. Buscaría sin respuesta lo que le quedaba para aferrarse de la cama. Despertaría una vez más, con la misma pesadez, con el mismo poco descanso, con el letargo fino que acompaña el retornar al trabajo.

Llegó con ligera sonrisa y se puso a trabajar en su lugar en la oficina.

No hay comentarios: