jueves, 29 de abril de 2010

Que le dijo una lata caduca a otra...

Ven y dime entre lágrimas y dientes apretados, que nadie nos prometió vivir para siempre, que la vida nos tiene fechados.

Ahora que todo es bello y que no hay nada ya que extrañar, está el mismo sueño que cuenta mis días hasta que desfallezco y comienzo a extrañar los nuncas de una vida sin mirar atrás.

Con sus manos estrechas, el camino de piel que has dejado atrás, coloca los ojos en ti. Tu cuerpo nervioso estremece, sorprenden las propuestas, las torpezas y los segundos largos que marcan la diferencia.

Pongo la atención en el camino, que se pierde, el tiempo consistente en lo extraño, lo torcido y lo encantado; todo me recuerda tu pequeña incierta cordura que recae entre lluvias y pánicos callejeros, destinados al incendio de lo profano y el restablecimiento del beso como moneda de intercambio.

Hoy nadie pertenece a tu mundo ya olvidado de tantos cambios, perdido en si mismo y encontrado por la nada que camina en tu cabeza y habla indecencias mientras cubre sus ojos de cualquier luz que no sea la propia. Así pasan los días y las horas de espasmos, de ser mal etiquetados en este mundo de supermercado.

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