viernes, 7 de mayo de 2010

Escribiendo de contrabando en la oficina...

En secreto y despacito, acariciando tus palmas justo al silencio de un mundo cautivo. Frente a ventiscas y ráfagas heladas, desentumo el tacto pálido contra el cosquilleo de tu piel.

Con la inquietud de ser sorprendido en el acto, con la emoción de no detenerse hasta la última nota. Hagamos música, de esa que sólo tú y yo conocemos, de esa que sólo los privilegiados escuchan con el corazón.

Atentos a los silencios y a los ritmos hasta del mismo viento, dejando que fluyan las ideas con cautela, pero disfrutándolas con la calma necesaria de un poema. Hagamos letras, dejemos que cualquier aliteración sea a nuestro lado ingenua.

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