lunes, 7 de julio de 2008

Amanecer...

En busca de la más mínima entrada, del punto de quiebre, de una fisura mi mano buscaba en la espalda aún cubierta y protegida por ropas y la oscuridad del abrazo a media sala. Cercana al sofá, la sombra entrelazada tirada al suelo. Frente a la ventana, tu cuerpo siendo memorizado por la punta de mis dedos, y por el roce egoísta de mis labios.

A placer del tiempo contado entre gotas de sudor y la menguada luz de Luna. Se desteje la blusa, el pantalón y la desnudez irradiante de tu vientre deja escapar sus narcóticos vapores. Enajenando la destreza de la lengua recorriendo tu barbilla y tu silueta. Buscando confort en los cojines, ahora gigantes, te reclinas invocando a que mi aliento suba la escalera de tus piernas.

Tus manos afilan las uñas contra la tela, y las contorsiones se vuelven espasmos de sonrisas, de muecas felices. Somos tú y yo bajo el manto de la noche, y el frío de las pieles incendiarias justo antes de hacer fricción.

Despacio pero sin dudas, te levantas decidida; ensordecen los sonidos, y dejan en eco la respiración agitada. Procuras sonrisa, pero los ojos dicen: Caza. La sombra ahora presa, de la espera larga, del sabor perfecto, de la nada que no pasa.

El aire se torna espeso, el aliento fuego y tu cuerpo templo. Los susurros voces, y las voces gritos. La fuerza de entre las sombras destella chispas y llamaradas. La batalla de las luces se vuelve más clara. La noche día, y el Sol... y el Sol sale a media sala.

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