lunes, 9 de agosto de 2010

Montañas de aire...

Montañas de aire que entorpecen la mirada del paisaje acuoso de los ojos que llueven en la esquina de una silla. Por un dolor insoportable, de un silbido en la cabeza que no calla. Con el tiempo que repica en el pecho bajo la mano que arranca con las garras el latido.

La voz cortada que no canta, que gime monosílabos interminables, por culpa de lo sólo y descansa el pecho en el vaho con olor a muerte, por las letras que fallecieron en la garganta, por las palabras que asfixian el alma.

Malditas dudas y desdenes, que de nubarrones grises se visten bajo luces muertas de calles parcas y olores desagradables, que transitan las vías del camino que confunde; y el perderse bajo fuegos incendiarios de miradas inobjetables de uno mismo contra el pasado, contra el brillo de la hoguera que prende los males y descansan sobre las calmas cada respiro más insoportables.

Pensé ya no dolía, me distrajo el mundo en la locura de sus días, en el caos de su vida y lo poco que parece a su lado la mía. Pero hoy sé, mientras el alma se aleja del camino, que todo estará mejor. Que mis mejores decisiones se miden en distancias y a lontananza hoy soy correcto y hago de mi país: una canción con pocas notas y mis pies marcan compás y viajan en el viento con las hojas.

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