Tal vez sea hora del desarme, de bajar las armas y rendirse al sentimiento, a la ciudad y a su tiempo.
Acostado boca arriba a la altura de la nada, con el frío subiendo, la humedad cayendo, soltemos un poco el riel de lo normal; no me digas que no lo habías pensado. Por que sabes que cuando pueda, tan pronto pueda... Lo haré. Y maldeciremos las maldiciones que nos pesaban, mandando al diablo al olvido y el olvido al infierno.
Dejar que sople el viento, que no me importe el hoy, el ayer o el momento.
Sin promesas, ni decoro, sin esperas o culpas, dejando de pelear y comenzando a ser. Por que sabes que cuando pueda... Lo haré.
Me olvidaré de las misiones, de las voces, del destino y sus desenlaces. Comiendo algún dulce que nazca de tu pecho, o viendo llover el río de cualquier tiempo, dejándome llevar en estos días de decadencia y olvido.
Para regresar, más puro y sencillo, siendo el de siempre pero menos improvisado, más claro y sereno, más maduro y eterno; aferrándome a la deriva trazada por mi propia mano y apuesta que cuando pueda, tan pronto pueda... Lo haré.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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