jueves, 3 de septiembre de 2009

Seco...

Estoy seco. Recibiendo el otoño defrente y medio aturdido por la indiferencia del tiempo que recae en mis hombros. Cumpliendo años, vivencias y despojos. Somos almas dispuestas al resago, a acumularse poco a poco en sí mismas, hacerse gruesas y arrugadas, colgar desinteresadas en la cintura y aclarando las sienes.

Estoy cansado de la fatiga de siempre. Del siempre que aconseja, cansa y persiste en las ramas por brazos y de las raices acostumbradas al fango.

Que llegué el frío para tener razones de esconder mi nombre entre abrigos y licores, que se hagan los fines de estos tiempos tan sin luz para el hombre.

Nos basta el agua y el tiempo, nos gana el sol y el silencio. Que se regenere la vida misma desde el centro hacia afuera, que las letras fluyan y nos encuentren escritas en la piel de otro mañana, en la corteza de mi cara y en las arrugas que aún no hacen en la orilla de mis ventanas.

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