domingo, 11 de noviembre de 2007

Antes

Hacer lo incorrecto, quitar la oferta del camino debido. Presionar en los puntos adecuados al cuerpo ajeno. Convencer cada poro, a sudor y a piel. Besar la frente, la mejilla, y recorrer tu mandibula hasta escuchar mis chasquidos de corazón zapateando contra el pecho de metal, tan cerca del tuyo que agitado suspira por un poco más.

Morder el cuello agresivo, que suave en piel, pero firme en corte taladra con electricidad tu espalda, y crespa los ligamentos, apretando tu mano, contra propia voluntad, pero a favor de tu libertad carnal. Tu calor y tu aroma lo reconocen; el terreno ha sido perdido y la llama puesto fuera de control.

Las miradas evasivas ahora filosas, desgarran lo poco que queda de ropa. Y a medida de evitar cualquier atadura sentimental, nos libermos de toda culpa, se apagan las luces, y nuestras miradas penetran sin duda alguna entre la sombra y lo prohibido.

De entre la sabanas se respira el oxido del pecho ajeno.

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