lunes, 4 de junio de 2007

Mr. Endodoncias

Punzaba a la altura de la quijada un dolor. Y no eran palabras no habladas, más bien, era la sensación de querer mascar un piedra y despedazar cada uno de los incautos dientes que se empujan entre sí.

Todo comenzó como cualquier mal... Nace, crece, cumple su objeto, y se resuelve o te mata.

Pero, contextualicemos, mi dentadura a sido ultrajada numerosas ocasiones, entre ellas una vez engañé a mi dentista y fuí con otra, razón faltal que desencadenaría, como todos los engaños, bastantes pleitos y dolor.

Total se me picó una muela, y por avaro, no asistí con mi dentista de cabecera. Fuí con una "amiga de mi mamá" que resultó una señora cómo de 50 años, machorrona, cuya asistente era su pareja. Su especialidad: INFANTIL.

Uno debería preocuparse cuando su dentista lo más que atiende son dientes de leche, a pero no, no capté esa señal.

Después de un poco de dolor al anestesiarme y ver que incurría en no ver una segunda señal, NO ES NORMAL QUE TE DIGAN: AHÍ VIENE EL AVIÓN, para que abras la boca.

Salí de ahí con la cara dormida, pues me habían aplicado anestesia suficiente como para dormir a un elefante, ultrajarlo,y después él no recordara nada, y sólamente tuviera un dolorcillo rectal.

Meses después...

La molestía... primero la sensación de que lo frío me molestaba... Hipersensibilidad, me mentía a mi mismo.

La molestía creció como niño, y cuando menos me dí cuenta ya era un adolecente hecho un verdadero dolor. (qué rápido crecen...)

Decidí como todo buen naco, soportar el dolor pues "mañana se me quita".

Hasta que una buena noche atacó. La desesperación era tal aquella calurosa noche de jueves, que me tomé todo el paracetamol que encoentré en mi casa, acudí después al Ketoralaco. Las respuestas no mitigantes del dolor me hicieron caer en la desesperación extrema.

Morder la correa del reloj, me calmaba un poco las ansias. Aunque sentía que la presión ejercida en cualquier momento me haría reventar un pedazo de diente... La opción comenzaba a ser contemplada como solución:

Recordé que a los bebés les ponen anis en sus encías para que se les duerman... La opción para adultos es embriagarse con whiskey. Dios Bendiga aquella botella de Jack que estaba aquella madrugada en mi sala. Mi reloj marcaba las 3 am, y yo decidí hacer lo propio. Abrí la botella, la incliné sobre mi boca, y sentí su sabor etílico matando un poco mi lengua, estaba a punto de pasar el trago cuando recordé: demasiados medicamentos + alcohol= Suicidio.

Por tanto hice algo sacrilegioso. Escupí. Con la boca enrojecida y ligeramente adormecida. Repetí y repetí el acto.

Me sentí culpable pero pude dormir, casi 3 horas. Para después levantarme bañarme y tener el descaro de asistir a laborar con uno de los peores y más desesperantes dolores que he sentido a lo largo de mi vida.

Agendé cita de emergencia con mi dentista, que radica en la hermana Republica de Atizapán, cuyo traslado de emergencia dura casi 3 horas con tráfico.

Casi llorando entré a su consultorio con la cara deformada del dolor, la mueca inconfundible del moribundo o del torturado por sus pecados.

Me vió, y de inmediato levantó su dedo acusador y juzgó: Esta curación no es mía y seguro es la que te molesta. Tenía razón.

Sacó una radiografía y comenzó a sonreir distinto. Y digo distinto por que lo conozco hace años, y su amabilidad siempre ha sido destacada... hasta ese día en que la comisura de sus labios atacaba mi miedo.

Taladró sin advertirme nada. Me reclinó, y no sé si estoy intentando bloquear de mi memoria esos hechos tan funestos, o sólo mi pánico ante el taladro repiqueteando y zumbando en mi boca me hacen olvidarme un poco.

Una vez descubierta la "curación" anterior. Pulió y limpió de caries. Era más fatal de lo que YO esperaba. Me sentía aliviado po que me quitaba la presión... oh sorpresa la mía.

Odio las sorpresas, ok nada más las que duelen. Esta era por mucho la que más odiaba. Me tenía que extraer la pulpa de mi muelita. Por qué, por que la che caries había llegado hasta la raíz, y la encía estaba cochambrosa...

Cuando me dijó eso estuve a dos de irme de espaldas. Gracias a mi respaldo de la silla ya reclinada no fue así.

Una vez más tomo una jeringa de tamaño descomunal y me inyectó anestecia a diestra y siniestra. Me sentí alfiletero. Y cuando ya no sentía media cara, la lengua, un pulmón, y la mano derecha, dijo creo que con eso bastará. PÁNICO en el consultorio.

Sacó unos cochinos tornillitos de colores, que en realidad eran limas. y dijó esto te va a molestar (ubiquemos que él siempre dice " vas a sentir un piquetito", mientras tú te retuerces en su maldita silla rasguñando los laterales de puro dolor. Entonces cuando después de tanto analgésico me dice: te a va a molestar... comencé a sudar frío)

Introdujo su instrumento de tortura al fondo de mi muelita. Para esto ya me había explicado que eran tres terminales nerviosas a aniquilar. Retirando la pulpa manualmente.

El aparato del medievo me dió calambres en todas mis ideas, me encogío las entrañas, y me agarró a patadas las nueces. Sí, juro que el dolor era muy intenso... y se iba a poner peor.

Levanté mi manita izquierda, que es la que se levanta cuando "molesta". Y dijo... ok nada más deja saco la limita y te pongo anestecía directa.... TÓMALA, un jalón... mi ojo derecho, sin mi autorización prevía, comenzó a mojarse y escurrir.

El tornillito traía pedazos de mi muela aguaditos.

Contar el detalle de lo consecutivo no mejorá, pues fueron dos sesiones de una hora cada una, donde pedazo a pedazo le arrancaban la vida a mi muela, y a mi las ganas de pagarle al dentista. El dolor creo que es similar a tener un bebé.

Insoportable, incontenible, siplemente una catástrofe en el pequeño mundo de las terminales nerviosas habitadas por neuronas medio putrefactas. Eso sintieron las familias en el 85, eso siente la gente en la silla eléctrica. Las torturas no estaban olvidadas por la santa inquisición... Las hicieron profesión: Dentista.

Después de mucho dinero, dolor, sudor, esfuerzo, desgastedevirilidad, llanto, DOLOR, logré que me dejará dormir mi cochina muela. Pero algo me queda de moraleja, y no es la que el gracioso sádico en bata blanca me dijo (por cierto me dijo: Ya ves. La pasta sólo cuesta 40 pesos. Cuando yo lloraba para que se detuviera), la verdadera moraleja es JAMÁS confíes en una MALDITA LESBIANA DENTISTA INFANTIL.

2 comentarios:

pamquibec dijo...

Para variar, leo otro texto envidiable creado por esa mente a veces retorcida, a veces sádica y generalmente genuina.

Un beso Mr. endodoncias, y cuando quieras te presentó odontos
buenos y a una distancia comprensible de casa.

pAM.

pamquibec dijo...

Para variar, me topo con un envidiable texto más creado por esa mente a veces retorcida, a veces sádica y generalmente genuina...

Un beso, estamos en contacto


pAM .