martes, 26 de junio de 2007

How I could just kill a man...

Con el temor acostubrado a la violencia, o la mera paranoia citadina como sombra y capa de todo acto, caminaba rumbo al primero de dos trasportes que se tienen que tomar si se quiere llegar a mi hogar.

Subí a la dichosa "combi", con dirección a Mixcoac. Seis eran mis acompañantes: una mujer oficinista de amplias caderas y demasiado tejido adiposo, cuatro obreritos, seguramente albañiles y un joven gañan, con una amplia chamarra y pantalones grandes.

El último personaje me erizó los bellos de la espalda. Un adolecente inexperto en el mal camino, pero con todas las intenciones de caminarlo. Tocaba y tocaba su bolsillo, se acomodaba su amplia chamarra y su intento de cinturón.

Llegabamos a la base cuando me sentí escudriñado con la vista por el pequeño delincuente. Fuí el último en bajar.

Me dirigí con paso acelerado hasta la segunda base de autobuses con rumbo hogareño.

Cual pegoste el bandalopuberto, aceleraba y alentaba el paso de acuerdo a mi sombra. Un par de movimientos para corroborar este hecho fueron estrategia de mi paranoia. Entré a la tienda más cercana a no comprar nada, y el hizó lo mismo. Mis nervios comenzaron a molestarme, y la adrenalina a fluir.

En mi mochila, traía una navaja tipo Suiza. El motivo de su presencia allí era sencillo: un promocional, me dedico a eso de las promociones. La saqué mientras cuasicorría hasta el camión, subí a él, y para mi suerte el puber venía detrás mío.

Con la mayor discreción había sacado el aditamento punzocortante del armatoste tipo Suizo, es decir saqué instintivamente el cuchillo mantequillero que portan estos juguetitos de "scouts". Lo metí a mi bolsillo derecho, con mi mano que lo apretaba cada vez más, pues la mirada del niño seguía en mi.

La hora de la verdad se acercaba, tarde o temprano yo tendría que bajar del autobus, y podría suceder dos cosas:

La primera intentar huir del asalto y de no evitarlo resitir la golpiza probable, o la segunda enfrentar al asaltante novato, y tomar la mayor ventaja de la sorpresa de toparse con un peatón invadido por la impotencia de haber sido asaltado más de lo que quisiera y dispuesto a desquitar esa ira reprimida.

Salté con el autobus aún en movimiento, y crucé la avenida, cual era necesario para acercarme a mi meta. Como era de esperarse mi sombra venía tras de mí, empuñé mi juguete y al sentir un jalón mezclado con: "aguanta chavo", giré el cuello sin dejar de avanzar.

El puberto empuñaba una pistola. El frío me recorrío.

"Afloja lo que traigas" dijo.

No dije nada, y me comenzó a buscar en mis bolsas.

"¿Que traes en la mano?", saqué la mano empuñando mi artículo rídiculo.

El espantado por el hecho de ver que pudo haber peligrado, lanzó un certero cachazo sobre mi craneo. Chasqueo y escuché claramente un resorte, de su imitación de arma.

Protegí mi cabeza con la mano enavajada, cortando accidentalmente al torpe asaltante.

El sonido del resorte se repetía intentando golpear mi cabeza, un par de patadas me tenían casi hincado. Poco había que hacer, en espera de que un tiro no saliera accidental o premeditado y me volará parte o toda la cabeza.

Vi que su motivación ya no era la misma. Ya no buscaba mi celular, o la cartera, seguía golpeando y cortandose de vez en cuando.

En respuesta poco conciente, comencé a devolver un par de puntapies y puñetazos. Vi caer el arma. Era la oportunidad.

Lancé un par de golpes bien concretados en sus mejillas. Mi mano izquierda fue certera.

Mi mano derecha empuñaba algo que había perdido de vista, hasta que se atoró con la chamarra tipo colchón del tipete. Jalé hasta cortar buena parte de la chamarra y liberar la navaja. Él tomó mi brazo e intento sostenerlo. Seguí golpeando con la otra mano. Ahora él era el agraviado, y yo una bomba de adrenalina fuera de mi, con muchas ganas de hacerlo sangrar. De que pagara por todos los asaltos que me habían cometido. De que me devolviera la dignidad de las últimas dos golpizas que me habían propinado.

El jaloneaba sin sentido su chamarra. Por fin logró que lo dejará de sostener con mi mano derecha e intento huir.

Lo siguiente sucedío tan lento pero tan inconciente, que aún puedo sentir la sangre tibia recorriendo mis dedos. Lancé un golpe empuñando el "juguete" hacia el cuello del agresor, cuando este buscaba huir, yo buscaba su cara, pero encontré su cuello, que cual bolsa con agua pinchada me derramaba su relleno.

Mi instinto, fue lanzar otros dos golpes así. El primero entró en su cachete y salío por su boca. Jamás una sonrisa me causó tanto placer, y su sonrisa ahora era muy grande.

El segundo, mientras caía al suelo entre gritos y asfixia sanguinolienta, le atraveso la traquea. Sentí claramente tocar el hueso de la mandíbula y la sangre hacer resbalar la navaja. El corte se alargo en busca de hacer más daño al jalar mi mano lateralmente. Un par de esfuerzos y el cuerpo inconciente derramaba, lo que a mis ojos eran, litros y litros de tibia y semiespesa sangre. Tenía la textura de un café capuccino con crema batida.

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